Ayer necesité de mi amiga Soledad. Y no la encontré. Porque no quise buscarla. Hace mucho que no sé nada de ella y prefiero que sea así: estaría decepcionada conmigo.
Una vez la acusé de ser la peor compañía, ¡qué gran error! ...
¡NO! ¡ESPERA!... lo hiciste tú, Soledad. Tú me hicistes creer que no me convenías, ¿acaso dejaste de amarme?, ¿qué te hice yo?... Ah sí, ya recuerdo... quise traicionarte... y éste debe ser el precio.
La desesperación me hizo empezar, pero ahora hay luz. Ojalá sea para siempre.
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No espero nada, pero por si acaso...
Tiendo a olvidar enseguida las cosas malas que me ocurren. No sé el porqué, pero cuando todo va tan mal que parece que todo se acaba, entonces, un solo gesto, una única palabra y todo parece arreglado. Pero yo sé que lo malo se acumula y algún día tendrá que salir.
Bienvenidos a mis divagaciones.